sábado, 29 de octubre de 2016

CAPÍTULO 3: ¡¡Trabajo para todos!!

El autobús nos dejó en casa de la Evangelina, una benquerenciana familia de Rosa, que llevaba ya bastantes años en Cataluña. 
En su casa y en la de la Concha estuvimos varios días hasta que alquilamos una casita en el barrio de San Juan justo detrás de la estación de Les Fonts.

Antes de seguir adelante quiero agradecer la excelente y desinteresada ayuda que recibimos en aquellos tiempos de los numerosos benquerencianos residentes en la zona: Manuel y Evangelina, Concha y el Teco, Santiago Paredes(Capullo), toda la
familia de la Machaquita y otros muchos que sería largo nombrar.

Una vez resuelto el problema del alojamiento empezamos a dar el siguiente paso que era encontrar trabajo. A mí este tema me daba bastante miedo porque pensaba que por el desconocimiento del idioma, la falta de preparación y  nuestra ignorancia sobre la industria textil, que era la que más abundaba en la zona, encontrar trabajo nos sería complicado. Pero bueno me animé un poco cuando me dijeron que también había bastantes empresas dedicadas a manufacturar otro tipo de productos.

Apunté en una libretilla de bolsillo los nombres de las empresas, que según me dijeron podríamos encontrar trabajo: Flex Internacional, Fantasías Docre, Lamirsa, Tintes Viscolán, Veyga, Gorina Vallés, Magepsa, Climent, Carpeli, etc, etc. y de buena mañana, con paso firme y llenos de ilusión, salimos acompañados del amigo Santiago Paredes a buscar faena.

En la primera fábrica que entramos nos estuvieron haciendo
numerosas preguntas y al final nos dijeron que en cuanto hubiese alguna baja nos avisarían.

A pocos metros de allí estaba Fantasías Docre, empresa dedicada a la confección de telas para batas, camisas y pantalones shorts. Tocamos el timbre y salió a recibirnos José Dómper "el maño", cuñado del dueño y encargado del personal. Empezó a hacerme preguntas sobre si sabía leer y escribir, si manejaba las cuatro reglas o si tenía faltas de ortografía. Sacó una libretilla y un lápiz y escribió una multiplicación y una división. Todo esto de pie en la puerta de la fábrica. Me dijo que resolviera las operaciones y escribiera una frase de un par de líneas.

Cuando le entregué la hoja puso cara de sorpresa por lo rápido que lo había hecho. Entonces le dije que tenía terminada la carrera de magisterio. El buen hombre comenzó a disculparse y nos hizo pasar dentro del local. Nos explicó que el director del turno de la noche se había jubilado la semana anterior y necesitaban una persona para que ocupara su cargo. Y, mira por donde, esa persona fui yo.

Me costó bastante adaptarme a mi nuevo trabajo debido al horario que tenía: de ocho de la tarde/noche a las ocho de la mañana y, sobre todo, al enorme ruido que producían las máquinas ketten y
las acolchadoras.

La planta de la fábrica estaba formada por dos construcciones rectangulares a las que entrábamos los trabajadores por la puesta trasera donde estaba situada la portería y el muelle de carga y descarga de los camiones. A la izquierda del edificio y separada de la otra nave estaba la estampación con unas enormes máquinas donde entraba la tela blanca y salía por el extremo opuesto con los colores y dibujos que en aquella época estaban de moda. La maquinaria era italiana y estaban funcionando veintitrés horas diarías. Sólo paraban la media hora de la comida de cada turno.

Recuerdo que una noche hubo una avería en la máquina principal y la estampación estuvo parada una semana porque tuvo que venir un técnico italiano. Los ocho o diez trabajadores hubo que "recolocarlos" en otras secciones de la fábrica para que no perdieran su salario.

En la parte central estaban colocadas dos enormes filas de máquinas Kettens que se encargaban de hacer el tejido liso. A la derecha las acolchadoras con su característico traqueteo y espantoso ruido preparaban la tela para batas, batines y colchas.
Al fondo estaban las oficinas a las que se accedía por la puerta principal que estaba al lado de la Masía de Can Parellada.


El sábado era el día de cobro. A cada trabajador se le entregaba un pequeño sobre marrón con el dinero correspondiente y un tíquet de caja con el desglose del importe que era el siguiente: 
Sueldo semanal, horas extras y prima. 
Se daba el caso curioso que muchas veces el importe de la prima era superior al sueldo. De todas maneras aún sigo pensando que se pagaba muy poco para el trabajo que se realizaba.
Además yo tenía la orden de que cuanto en la tela hubiese alguna tara de más de veinte centímetros lo comunicara a la oficina y el responsable de ella se quedaba sin prima. 
¡¡Cuantas veces tuve que hacerme el despistado y mirar para otro lado!!

Había tal cantidad de trabajo que cuando alguien no estaba agusto con su faena o le parecía que ganaba poco pedía el finiquito y en unos días estaba trabajando en otra empresa.
¡¡Qué tiempos aquellos!!

Uno de los momentos más trágicos vividos en la fábrica fue el día que mi paisano y amigo Pepe Luis trabajando en la estampación fue a quitar un trozo de tela que se había enganchado entre dos currones(rodillos) sin la precaución de parar la máquina. Como si
de tela se tratara la máquina se engulló su brazo derecho. Menos mal que consiguieron pararla a tiempo pero cuando  desmontaron los dos currones el cúbito y el radio aparecieron completamente descarnados.

En Fantasías Docre conocí e hice amistad con muchos canparellenses en los dos años que estuve hasta que decidí volver al magisterio en los Salesianos de Terrassa y Colegio Goya.

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